7.5.18
ARGENTINA: Historias Mínimas / LU 4 de Comodoro: radio, magia y escalera al cielo
Por Ismael Tebes
Como en un escenario imaginario, acceder a aquel espacio de fantasía tenía su precio: una escalera de treinta y siete peldaños. Contados así, uno por uno. Como si se tratara de un ascenso hacia el Olimpo, al mejor show de nuestra vida. No siempre había tiempo para soñar, muchas veces la realidad y la luz de aire, solían ganarle a la velocidad de las piernas ansiosas, jóvenes y vigorosas. En el camino había que cambiar el aire; escuchar “sugerencias” sobre tonalidades y matices; hacer producción y hasta conocer algo de los discos e intérpretes de moda. La antesala era un minipatíbulo: se perdía noción de todo; casi no se hablaba y solía accederse al estudio mayor respetuosamente en el momento justo, ni antes ni después. Recién ahí, cualquiera recuperaba su identidad y dejaba volar sus ganas de hacer radio a pura adrenalina.
Los micrófonos de LU4 Radio Patagonia Argentina –así será siempre- fueron la escuela de casi todos. Los jóvenes crecieron con la sabiduría de los pioneros y que generosamente se prolongó por los tiempos. Locutores, periodistas, operadores alcanzaron ese efecto multiplicador único cuando nadie siquiera imaginaba las redes sociales. Se inculcaba el respeto a la audiencia tanto como la seriedad y el compromiso que implicaba estar ahí. Rara vez se tuteaba y las malas palabras o expresiones con doble sentido eran “imperdonables”. Eran normas tan claras que no hacía falta refrescarlas, ya venían aprendidas.
La radio fue siempre la compañía del solitario poblador rural a través del Mensajero; la información dura de la Guerra de Malvinas hasta con enviados especiales y el placer de imaginar una historia contada con la pasión de un radioteatro en vivo. O transmisiones deportivas con representantes de la ciudad compitiendo por el país. Bastaba cerrar los ojos y levantar el volumen para creer que todo era posible.
Con Jorge Show y Fernando Montellano, la radio se metió en los hogares. Y desde el tejido de “Lita” Cartens -o Laura Durand- la primera voz femenina después de fundarse la Compañía Broadcasting de la Patagonia la gente terminó seducida por completo. Se sumaron las cálidas voces de Elena Ada, María Magdalena; Iris Morgan, Linda Christi y Elsa Zarcos, auténticas damas del micrófono. Y siguen los nombres: Juan Carlos Negri, el recitador campero Carlos Campos; el entrañable Alfredo Sahdi y sus personajes; Ricardo Jorge Haedo, Hugo Washington Jara; Jorge Canel, Ricardo Astete; Omar Posadas, Aníbal Forcada –decidor y poeta único- ; Héctor Ferro y Francisco Luis Croce, pionero del periodismo deportivo.
Los grandes comercios auspiciaban sus propios espacios en segmentos especiales; incluyendo concursos de preguntas y respuestas, de canto o de belleza y espectáculos en exteriores. La radio siempre estuvo ahí, acompañando el impacto social de un Comodoro que buscaba voces propias y expresiones genuinas. “El Despertador” con Félix Diantina, sacaba a todos de la cama; el pampeano Carlos Omar Bareilles imponía después sus “Mañanas Alegres” y Domingo “Tito” Herrero, hincha de River, pedía todos los mediodías “precaución” a los conductores en “El Gira Noticias”. En las tardes “Beto” Oyarzún acaparaba la audiencia juvenil con el “Aquí está tu disco” mientras Roberto Marín saludaba eternamente a las “tres juventudes” en una y mil producciones. La música de todos los estilos siempre acompañó empezando por los artistas en vivo en el estudio. En LU4 tocaron entre otros Atahualpa Yupanqui, Edmundo Rivero, Aníbal “Pichuco” Troilo, Los Chalchaleros; Los Plateros, Jorge Cafrune, Mercedes Sosa y Sandro. Palabras mayores, irrepetible.
También hubo producciones novedosas como “Peldaños musicales” con Mario José Bladilo y “La Vitrola”, un hit que ideó Luis Eduardo Capovilla desde “la tierra de los vientos”. O sobredosis tangueras a través de “JC”, Juan Carlos Rodríguez, uno de los mayores coleccionistas de la ciudad y “Juan Porteño” otro apasionado del cigarrillo y la bohemia. LU4 fue la “universidad” de muchos, un extraño master entre el arte de la palabra y el mundo real, descripto con la simpleza del barrio. La mención radial equivalía a una devolución de gentilezas, a un gesto cómplice y permitía que el nombre de cada uno, comenzara a “sonar” ya con aires profesionales. El público entendía el “juego” radial; se dejaba seducir por un tema y por una prosa bien leída; “compraba” lo que se sugería sin más y creía que aquellas voces limpias y graves que salían del receptor, no tenían rostro ni apariencia. Y no existían quizás físicamente.
Por ahí andan los que transmiten desde otro cielo. Los “yuyos” milagrosos que templaban las cuerdas vocales del gran relator bahiense Alberto Sedán; la paciencia eterna ante el vértigo del “Tata”, Roberto Salinas y los dedos “mágicos” de Alejandro Amado, Daniel Chaura y Julio Rodríguez desde una cabina celestial. Imposible romper el embrujo de ser un oyente. Cualquiera que haya pasado por alguna etapa de los ochenta años cumplidos por la radio madre de todas, quedará atrapado para siempre en esa red de sensaciones. Nada de facebok live ni instagram, ni streaming. Comunicación pura y efectiva, en la ruta que sea y a cualquier hora. Tracción a sangre, amplitud modulada y solidaridad para achicar cualquier distancia.#
Fuente: Diario Jornada, Argentina
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